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  • Mi impresi n era que ten a

    2018-11-01

    —Mi impresión era que tenía mellizos pero los dos tenían gustos opuestos —contó pmpa esta cronista—. A los 18 meses, cuando Manuel empezó a hablar, me decía: “Yo nena, yo princesa”. Quería tener el cabello largo y para simularlo se ponía trapos en la cabeza; pedía que le compraran muñecas. Me pedía mis faldas, mi ropa, y se las quería poner. Yo pensé que era un juego —dice Gabriela, quien peregrinó por pediatras, neurólogos, psicólogos, buscando una respuesta—. Un psicólogo me dijo que le faltaba presencia paterna, que le tenía que decir que era un nene, que le sacara la ropa de mujer. Fue un desastre. Mi hija vivía destrozada. Se escondía debajo de la cama, se ponía el cubre cestos del baño, que tenía holanes, como falda y pasaba horas encerrada en el baño. Cuando le quitaba la ropa femenina, yo sentía que le arrancaba la piel. No te imaginas cómo lloraba. Podía llorar horas. El papá no lo podía tolerar. Decía: “Yo no voy a tener un hijo puto”. Y escondía a Manuel cuando venían sus amigos. ¿Sabés con qué jugaba? Con un lápiz rosa. Hasta que vi un documental de National Geographic de una nena transgénero de Estados Unidos. Fue como si me pasara un camión por encima. Era la historia de mi hijo. Ahí entendí que era una nena trans, que su identidad era la de una nena. Lloré veinte días. Y reaccioné. Me dije: si quiere ser princesa, yo la voy a ayudar. El complemento de ella siempre fue su hermano mellizo, que sabía lo que ella quería: si teníamos que comprarle un regalo y yo le preguntaba a él, me decía que a Manuel le gustaban las muñecas. —Manuel siempre estaba con las nenas. Las otras mamás me decían: “Tu hijo es un Don Juan, siempre rodeado de nenas”. Les acariciaba el pelo, porque deseaba tenerlo como ellas, largo, con pasadores. Me decía que quería tener vagina, que no quería tener pene. Yo no sabía cómo explicarle que era una nena transexual. Un día me dijo: “Yo no soy un nene. Soy una nena y me llamo Lulú”. Tenía cuatro años recién cumplidos. Fue el segundo camión que me pasó por encima. Ella solita se había elegido el nombre. ¿Sabes lo que es eso? Yo veía a Manuel; tenía pelo cortito, ropa de varón. La psicóloga que la atendía en ese momento le imponía una terapia correctiva de reafirmación del género masculino. Yo tenía miedo que se quisiera lastimar el pene. Se lo hundía hasta hacerlo desaparecer. Ni la maestra ni la directora entendían. Yo no soportaba más verlo sufrir y, cuando se iba el papá, lo dejaba jugar con lo que quería —cuenta la madre. Ante ese cuadro de tanto dolor, la mamá le regaló un traje de princesa y una peluca de disfraz, que con el correr del tiempo quedaron gastados de tanto uso. Eso fue hace dos años, cuando Lulú tenía cuatro. En ese momento, una tía suya llegó, a Polyploid través de una búsqueda en internet, al Programa de atención integral para personas trans del Hospital Durand y allí ubicó el mail de la psicóloga Valeria Paván. De inmediato la contactó, y la especialista recibió a Gabriela. En su consultorio, luego de varias sesiones, primero con los padres y luego con la niña, el equipo terapéutico descartó que Lulú tuviera una formación delirante o una personalidad psicótica. —No se incentivó nada. Fuimos escuchando sus demandas: vestiditos, zapatitos de nena, la decoración de su cuarto, toallas y sábanas de nena. Pero se le hacía complicado ir a la escuela, se hacía pis encima porque no quería ir al baño para que no le vieran el pene. Ella tampoco lo quería ver. Finalmente, en 2012, antes de que empezaran las clases fuimos junto con Marcelo Suntheim, de la cha, a hablar con la dirección de la escuela para que Lulú pudiera empezar ese año yendo ya como una nena. Nos pidieron informes en el distrito escolar, e incluso hablamos con asesores del Ministerio de Educación de la provincia de Buenos Aires —indicó Paván.
    Un nuevo documento A mediados de 2012, los papás de Lulú fueron a la oficina del Registro Civil de su distrito para tramitar un nuevo dni para su hija. Lo reclamaron, según lo que dice la Ley de Identidad de Género aprobada en Argentina ese año para el caso de menores de 14 años. Fueron ellos dos, Lulú y un abogado de la niña. Pero el trámite fue denegado por el asesor de Incapaces del Tribunal de Morón el 27 de septiembre de 2012 (al que se dio intervención desde el organismo provincial por la edad de Lulú), así como por la directora del Registro de las Personas de la provincia de Buenos Aires, Claudia Corrado, el 12 de diciembre de ese año, con el argumento de que “el niño (sic) reviste la calidad de menor impúber, toda vez que no ha cumplido la edad de 14 años”, y en consecuencia “tiene incapacidad absoluta, presumiendo que los actos practicados por ellos son realizados sin discernimiento”. El asesor de Incapaces les planteó a los padres de Lulú que debían iniciar una demanda judicial para que un juez decidiera.