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  • br Es imposible pensar en el t

    2018-11-01


    Es imposible pensar en el término sin tomar en cuenta cierta comprensión de cómo hasta la más modesta de las carreras se ve afectada por las diversas presiones políticas del momento. Aunque usar la palara implica un énfasis en una elección personal, dicha elección jamás se ejerce en un ambiente del todo neutral. De hecho, mi primera elección de hacer una carrera en historia se vio bloqueada por la élite masculinista y de clase privilegiada que me alejó de la universidad durante algún tiempo.
    El presente trabajo lo escribí para la reunión de 2013 de la organización de estudios latinoamericanos () en un panel organizado por Mónica Szurmuk y Bernardita Llanos, en el cual, se dijo, estábamos “las vacas sagradas”. Y, a propósito de esta expresión, Julio Schwarzman me hizo el siguiente comentario en un email: “En cuanto a vos, en esta sencilla ceremonia te unjo vaca profana, y como Caetano, te exhorto: vaca profana, põe teus cornos / pra fora e acima da manada”. Y citaba un poema de María del Carmen Colombo, donde ella “responde al desafío de una frase lapidaria de Nietzsche en que llama, a la mujer, (vaca), asumiéndose , que suena como el lunfardo , es decir, el vesrre (revés, verlan) aporteñado de caballo”. En esta misma reunión de y profanas, aquellas que ponemos los cuernos encima de la manada, hablamos en géneros mixtos, algunas en clave de texto académico, o de testimonio/crónica, o de ensayo crítico y testimonio, o de crónica y ensayo critico, y aún ensayo critico/ testimonial. Se trataba de contar una historia, la nuestra, y esto fue lo que a mí me salió contestando las preguntas de las organizadoras.
    Insistiré, en primer lugar, en la confesión de que debo el feminismo al exilio brasileño ocurrido en 1977. Muchas veces me he endothelin receptor antagonists referido a ese dato y no puedo dejar de hacerlo en este balance. La militancia radicalizada de los años 60 y 70, de la que participé, no pudo asimilar la cuestión específica de nuestros derechos, como ya ha sido analizado por la renovación historio- gráfica. Las urgencias de cambio social que impulsaban a mi generación se referían a las diferencias de clase, pero no a las de sexo. En mi caso, tampoco la condición femenina ocupaba un lugar en mis primeras experiencias académicas como socióloga, que se remontan a fines de la década de los 60. Pero esto no equivale a decir que no tuviera ramalazos intuitivos y sobre todo sensibilidades acerca de los padecimientos de las mujeres. Creo que lo que más me irritaba desde mi adolescencia eran dos situaciones, a saber: la acendrada vida doméstica y el poco reconocimiento de nuestra inteligencia. Aun en los medios de izquierda no cabía ser bella e inteligente... ¡esa conjunción era casi un oxímoron! Recuerdo con especial reconocimiento y cariño a una amiga mayor, trabajadora, que había militado en el Partido Comunista, autodidacta y feminista que me incitó en mis veinte a la lectura de como si fuera un texto sacramental. Pero ni Simone de Beauvoir ni su notable libro en aquellos años significaron para mí particulares estremecimientos. El exilio transformó en muchos sentidos mi vida, además, porque entré en contacto con las feministas de Brasil. Lo Caspases narrado muchas veces: fue a propósito de la reacción que suscitó la defensa del victimario de Angela Di- niz, una bella mujer de clase media alta muerta a tiros en una playa de Búzios. Se había alegado que su pareja la había ultimado “en defensa del honor”, como facultaban las codificaciones penales en la mayoría de nuestros países. Angela era mineira, y por lo tanto fue especialmente en Belo Horizonte, la capital de Minas Gerais en donde yo vivía, que la indignación condujo a diversas manifestaciones públicas. Este acontecimiento constituyó un hito en mi encuentro con el feminismo, aunque me costaba decir que lo era durante algunos años. No puede olvidarse que la dictadura se quebraba en Brasil también gracias al Movimiento por la Amnistía compuesto esencialmente por mujeres, en el que militaban varias amigas.